Demasiado para aquél que no se conforma con paredes, ni horizontes, ni techos, ni suelos, ni vientos cambiantes. Para el perfeccionista imperfecto, incapáz de desdibujar su sonrisa de entre mil sombras malvenidas, de entre errores humanos, de entre sueños utópicos; Y es que si he de basarme en su sonrisa, entonces la tierra es la más perfecta de las utopías.
No hay perdón para aquel, satisfecho con caricias del resentimiento, revolcándose con su ego noche tras noche, aquel que acepta el frío beso de la paranoia; Verdugo de corazones puros e inocentes, mártir de la culpa que sin descanso fatiga al corazón. Condenado irrevocablemente al derroche sistemático de versos en papel que se pierden en un mar de hojas, sin alcanzar significado; Demasiado para aquel que alguna vez envidió al viento por poder acariciar su piel en todo momento, demasiado para el que juró amor eterno a un sueño, demasiado para ser cierto.
Dónde se escondieron ahora esos hipócritas, que salen ilesos de sus juegos impíos. Dónde están ahora para indicarme quién sabe qué camino sea el que corresponde, el que lleva a ese mundo de reflejos hermosos, de irrealidad absorta y superficial, con la felicidad a una mentira de distancia, siempre que hayan dos voluntarios dispuestos.
No hay ni habrá perdón o amnistía para el soñador eterno que atesora esa belleza angelical, incapáz de soñar más allá de su propia perfección, hasta perderse en si mismo y buscar salir de donde nunca estuvo.
Solo buscar paz.
Requiescat in pacem
Escribis más que lindo.
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